La crisis de la Eurozona se recrudece
Robert Bechert, CWI
Mientras se desarrolla la crisis de la Eurozona, sus líderes
políticos e institucionales están cada vez más desesperados por
encontrar una salida. El último aplazamiento, en medio de grandes
tensiones entre los gobiernos francés y alemán, de la decisión sobre el
siguiente paso de la Eurozona es una indicación de la seriedad de la
crisis. Aquí, en un análisis escrito para “Socialism
Today” (número de noviembre 2011), revista semanal de “Socialist
Party” (CIT en Inglaterra y Gales), Robert Bechert examina tanto la
crisis como el desafío que supone para la izquierda.
“El euro no debería existir (de esta forma)”.
“Bajo su estructura actual y con sus actuales miembros, el euro no
funciona. O bien cambia la estructura, o bien tendrán que cambiar sus
miembros”
(Informe de Inversión de UBS, 6 de septiembre de 2011)
Esta contundente afirmación, al inicio de un informe con gran
circulación escrito por un destacado banco suizo, resumió de forma
brutal el carácter fundamental de la actual crisis de la Eurozona. Esta
crisis sigue agudizándose, a pesar de una serie de reuniones de
emergencia y acuerdos sobre planes de rescate, amenazando no solo a la
economía europea, sino también empeorando la ya deteriorada situación de
la economía mundial, y ayudando a desencadenar la temida caída en una
segunda recesión. Ésta es la razón por la que Geithner, Secretario del
Tesoro estadounidense, acudió a una reunión de ministros de economía de
la Unión Europea (UE) a mediados de septiembre. Los gobiernos europeos
se enfrentan a una crisis potencialmente enorme, y sin una salida fácil
mientras el capitalismo continúe.
Se están dando intentos desesperados para encontrar una “solución”,
aunque cuánto tiempo pueden permanecer en pie los acuerdos es otra
cuestión. Cuando estaba emergiendo un plan de la reunión de ministros de
economía del G20, en menos de 24 horas un portavoz de Ángela Merkel dio
un aviso sobre “los sueños” de que todo se resolvería en la cumbre de la
UE de la siguiente semana, y entonces la decisión fue formalmente
aplazada al menos hasta el 26 de octubre. En la reunión del G20 un
ministro advirtió sobre “el dolor del mundo” si no se encontraba una
solución, algo que ya están empezando a sufrir millones de personas
cuando la crisis les alcanza.
La ampliamente extendida percepción de ineptitud de los gobiernos y las
instituciones de la UE, el hecho de que repetidamente parecen ir por
detrás de los acontecimientos e incapaces de poner sobre la mesa una
solución, solamente ha extendido al pueblo los temores sobre lo que nos
espera en el futuro.
Esto no es una crisis abstracta. La confusión en la Eurozona añade más
miseria a la situación a la que se enfrentan muchos trabajadores y
jóvenes en toda Europa. Los niveles de vida están cayendo mientras que
la inflación sube, al igual que el desempleo en muchos países. Los
recortes en servicios y salarios se extienden. En Grecia, el país más
gravemente golpeado, la gran mayoría de la población está sumergiéndose
en una profunda crisis económica y social y se enfrentan a abruptas
caídas en sus niveles de vida. El “Financial Times” de Londres estima
que “los aumentos de impuestos y recortes de gastos previstos para 2011
suponen de media un 14% de la media de los ingresos familiares griegos –
o 5.600 euros para cada familia… per cápita, el conjunto de las medidas
de austeridad es de más de 2.200 euros” (18 de octubre de 2011).
Europa está al filo del precipicio, enfrentándose a la posibilidad de
una crisis repentina, especialmente de un colapso bancario y financiero
que podría paralizar a gran parte de la economía “real”.
Señales de alarma
Mientras en la población crecen los temores, los gobiernos dentro y
fuera de la Eurozona comienzan a darse cuenta rápidamente del devastador
impacto que podría tener hechos como una bancarrota griega. Esto
contagiaría al sistema financiero internacional. Después de mirar sobre
el abismo de lo que supondría una nueva crisis bancaria y/o que un país
dejara el euro, los principales países de la Eurozona retrocedieron y
acordaron hacer otro intento para evitar la situación.
En las últimas semanas se encendieron todas las señales de alarma.
Corrían rumores sobre el estado de los bancos. Muchos se están viendo en
situaciones críticas, razón por la que el Banco Central Europeo (BCE) ha
tomado nuevos pasos para sostener a varios de ellos. Mientras el
colapso, y la posterior nacionalización, del banco franco-belga Dexia
ocupó los titulares durante varios días, casi no se mencionó que
simultáneamente se nacionalizaron otros dos bancos más pequeños, Max en
Dinamarca y Proton en Grecia.
Al mismo tiempo que el banco UBS publicó su visión del euro, el director
de Bosch, el mayor proveedor de componentes del automóvil, avisó de que
la Eurozona había entrado en “una situación extremadamente crítica”.
Aunque la compañía alemana Bosch tiene garantizados sus pedidos por
ahora “en 2008-9 pudimos ver la rapidez con la que pueden desaparecer
éstos pedidos” (“Financial Times” digital, Londres, 7 de septiembre de
2011).
Las perspectivas de un empeoramiento de la economía mundial están
haciendo más profunda la crisis europea, no sólo en la Eurozona sino
también en Gran Bretaña. Como escribió Wolfgang Münchau: “El aspecto más
perturbador de la Eurozona en este momento es que cada todas las
decisiones que se toman para resolver la crisis se basan en un
crecimiento moderadamente fuerte de la economía” (Financial Times,
Londres, 5 de septiembre de 2011).
El CIT había avisado antes del lanzamiento del euro de que éste no
conduciría a la unidad, sino que sucumbiría como resultado de las
rivalidades entre los capitalismos nacionales y, en la ausencia de una
alternativa de los trabajadores, fortalecería el nacionalismo. (Ver
recuadro).
De hecho, el euro ha creado un Frankestein. La crisis griega ha revelado
bruscamente esta verdad. Hubo un tiempo en que los mercados esperaban
que Grecia entrara en una “suspensión de pagos ordenada” y había voces
dentro de las mayores economías de la Eurozona pidiendo que Grecia fuera
expulsada de ésta. Peter Ramsauer, Ministro de Transporte alemán,
declaró al semanal Die Zeit a mediados de septiembre que “no sería el
fin del mundo” si Grecia fuera expulsada del euro. Pero la percepción
cada vez mayor de que esto significaría una perspectiva de enormes daños
colaterales a través del sistema bancario internacional, ha forzado a
otros gobiernos a actuar.
Por ahora se ha detenido la discusión sobre forzar a países más débiles,
como Grecia, a salir del euro, o la posibilidad de que países más
fuertes, como Alemania, decidan abandonar el euro, aunque ésta puede
repetirse en el futuro. El colapso del banco franco-belga Dexia fue un
aviso. Una de las razones de la caída de Dexia fue su exposición a los
bonos de deuda griega, estimados en un 39% de su capital. Pero esto no
era único entre los bancos. Este verano, la cifra de esta exposición fue
para el Commerzbank, el segundo mayor banco alemán, del 27% (“Wall
Street Journal”, 31 de agosto de 2011). El colapso de Dexia fue un aviso
de lo extremadamente caro que sería mantener un cortafuegos financiero
alrededor de Grecia si cayera de repente en la bancarrota.
¿Una rebaja más drástica?
Con los temores extendiéndose acerca de la “salud” de los bancos y el
impacto de un colapso griego, los banqueros, una vez más, volvieron al
BCE como un lugar “seguro” donde invertir, en lugar de prestar a otros
bancos, y para financiación a corto plazo. Pero no es solamente una
cuestión de Grecia desencadenando una crisis, bombas financieras que aún
no han explotado se extienden por el paisaje europeo. El Banco Europeo
para la Reconstrucción y Desarrollo acaba de rebajar la predicción que
hizo en julio para el crecimiento económico en Europa Central y del Este
en 2012 – en Hungría desde el 2,8% al 0,5%. Esto no solamente era un mal
pronóstico para Hungría, sino que también amenaza a los bancos
austriacos, fuertemente expuestos a Hungría.
El nuevo intento de contener la crisis estaba detrás de las presiones de
octubre para forzar a los acreedores de Grecia a aceptar una nueva
rebaja en la porción de sus préstamos que finalmente recuperarán. En el
acuerdo de rescate de julio la media de reducción fue del 21%. En este
momento el gobierno francés, temiendo el impacto que tendría en sus
propios bancos, rechazó el recorte del 40%, sin embargo para mediados de
octubre se estaban discutiendo cifras entre el 40 y el 60% ante la
gravedad de la situación. Los gobiernos esperan que esto evite una
suspensión de pagos formal y permitir una reestructuración dirigida de
la deuda que prevenga una crisis súbita. Pero incluso con estas cifras
no serían los ricos los que realmente pagarían, los bancos tratarían de
descargar los costes sobre los pagadores de impuestos y los clientes.
No obstante, los bancos resistieron cualquier incremento en sus
pérdidas. Los bancos alemanes, en particular, se quejaron fieramente.
Andreas Schmitz, cabeza del BdB (federación de la banca alemana) avisó
de que los políticos no deberían declarar la guerra a los bancos
(Bild.de, 15 de octubre de 2011). Al día siguiente Schmitz resumió
acertadamente la realidad actual de la crisis cuando dijo que las
protestas anti-bancos del 15 de octubre eran “una distracción del
problema fundamental: que nosotros no podemos financiar nuestro estado
del bienestar durante más tiempo”. (“Financial Times” digital, Londres,
16 de octubre de 2011). Por supuesto, cuando Schmitz decía “nosotros” se
refería al sistema capitalista y sus clases dirigentes.
En realidad, se está produciendo una partida de póker mientras los
diferentes países e instituciones financieras luchan en relación con el
tamaño de la “rebaja”, el rol del BCE y el FEEF (Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera), cómo se financiará el FEEF, el papel de los
fondos desde fuera de la UE y otras cuestiones. Las relaciones entre los
gobiernos francés y alemán se han vuelto tirantes. Mientras que existen
enormes tensiones para llegar a un acuerdo, incluso si hay dudas sobre
cuánto tiempo durará, el riesgo de un “accidente” que cause un desastre
está siempre presente.
Los peligros de abandonar el euro
Temiendo las consecuencias de una ruptura de la actual Eurozona o una
bancarrota repentina de Grecia, los poderes más fuertes de la UE están
debatiendo posibles nuevas estructuras para apretar los controles sobre
los países económicamente más débiles como contrapartida por
proporcionarles apoyo financiero.
Mientras los “eurobonos” podrían parecer una solución capitalista lógica
para las clases dirigentes, estos chocarían contra una creciente
oposición popular en todos los países a la idea de asumir la
responsabilidad de las deudas bancarias de otros países. Éste no es
simplemente un resultado de las campañas nacionalistas contra, por
ejemplo, Grecia. La caída de los niveles de vida en la mayoría de los
países y la conciencia de que desde 2007/8 la mayor parte de los
rescates acabaron en realidad en manos de los banqueros y de los
mercados financieros también alimenta esta oposición.
En respuesta a esta oposición a financiar la deuda de otros países, hay
propuestas de crear nuevas estructuras que impongan controles a los
países de la Eurozona. Qué efecto tendría es otra cuestión. En 2003 el
primer Pacto de estabilidad y crecimiento fue ignorado porque los dos
mayores poderes, Francia y Alemania, rompieron sus condiciones. En un
intento de escapar de las presiones políticas que piden flexibilidad, el
Ministro de Economía holandés, Jager, al mismo tiempo que apoyaba la
idea del Ministro de Economía alemán, Rösler, de un Consejo de
Estabilidad Europeo que impusiera sanciones, también declaró que sus
decisiones deben ser tomadas por “académicos y expertos – pero no
políticos” (Spiegel Online, 22 de agosto).
Sin embargo, estas medidas solamente serán contraproducentes. En
Alemania ya hay un resentimiento a lo que se percibe como una conversión
de la UE a una “sociedad de transferencias”, refiriéndose al permanente
movimiento de fondos desde los países más ricos a los más pobres de la
UE, aunque en realidad la mayoría de estos pagos acaban volviendo a los
bancos de los países ricos.
Las tensiones inherentes dentro de la Eurozona se incrementarán,
especialmente en este periodo cuando no hay una inmediata perspectiva de
crecimiento económico.
Los acontecimientos de este año han puesto en cuestión el futuro de la
Eurozona: ¿permanecerán todos los miembros actuales? Como muestra el
informe del UBS (ver recuadro) habrá importantes costes económicos y
políticos y peligros relacionados con el abandono de la Eurozona. Este
es el factor Frankestein, los países de la Eurozona han creado un
sistema que impone enormes costes en algunas economías y que está
estrangulando a otras, pero cuyo abandono es muy peligroso.
Sin embargo, mientras estos riesgos podrían retrasar la ruptura, las
tensiones podrían aumentar de manera que fuercen una sacudida brutal.
Esta es la razón por la que, a pesar de los masivos gastos indirectos,
hay discusiones sobre la posibilidad y métodos para salir de la actual
Eurozona, tanto por el abandono de los países más débiles, como también
de Alemania. En Alemania, hay un cierto debate encubierto dentro de la
clase dirigente porque, a pesar de que dejar el euro eliminaría la
necesidad de pagar a los países de la Eurozona con economías más
débiles, esto, de un solo golpe, reduciría su mercado “interior” de 332
millones a poco menos de 82 millones. Al mismo tiempo, una nueva moneda,
que probablemente comenzaría con una gran subida de valor, debilitaría
las exportaciones alemanas.
Una lucha enconada
Junto con la creciente crisis del euro y las dificultades de los
estados, hay una rabia creciente entre los trabajadores, los jóvenes y
las clases medias, a medida que los efectos de la crisis se recrudecen.
Ésta es la razón de la impopularidad de la mayoría de los gobernantes
europeos, y las manifestaciones masivas y huelgas en una serie de países.
Ha comenzado un nuevo periodo encrespado, y luchas más agudas se
desarrollarán. Mientras que las luchas determinadas, la amenaza de
resistencia, o una situación económica o social muy grave pueden forzar
a los gobiernos a hacer concesiones temporales, generalmente las clases
dirigentes se verán obligadas por la crisis de su sistema a, como mucho,
mantener bajos los niveles de vida. Este es el significado de la
declaración de Schmitz y la razón por la que las clases dirigentes
intentarán seguir forzando ataques.
Cuando se enfrenten con una oposición seria, los gobiernos intentarán
usar métodos más autoritarios. Estos variarán de acuerdo con la
situación de cada país, pero en el peor escenario las clases dirigentes
incluso considerarán medidas dictatoriales.
Hoy, Grecia se está enfrentando a un desastre social y económico y su
clase dirigente no tiene confianza en el futuro. Éste es el telón de
fondo del reportaje del pasado mayo en el periódico alemán de gran
circulación, Bild, en el que se decía que la CIA estaba discutiendo
sobre un posible golpe de estado en Grecia en caso de que se
desarrollaran disturbios serios. Esto es poco probable en el futuro
próximo, pero no debemos descartar que estos intentos se den en una
situación de revueltas continuas. Los militares griegos ya han hecho
esto antes, la última vez que dieron un golpe fue en 1967, y su régimen
duró 7 años. Pero un nuevo golpe, en un momento de profunda crisis, no
repetiría automáticamente el último régimen de los coroneles.
Estos acontecimientos no son inevitables, sino que dependen del carácter
y las políticas de los movimientos de oposición, particularmente de los
movimientos de los trabajadores.
En cierta forma, hay una carrera entre la izquierda y la derecha sobre
quién liderará la oposición a las políticas de la Eurozona. En un número
de países, ya han sido los populistas de derechas los que, en ausencia o
debido a la debilidad de los partidos de izquierda, han conseguido
ganancias electorales al combinar algunas cuestiones sociales con
eslóganes contra la Unión Europea y los inmigrantes basados en el
nacionalismo. En Grecia, la abrumadora oposición a los recortes y la
espiral hacia abajo en la que ha caído el país ha recreado una situación
potencialmente revolucionaria pero, hasta ahora, no hay una fuerza
genuinamente socialista con una base masiva que sea capaz de dar una
dirección concreta al movimiento.
Por desgracia, la respuesta de los líderes oficiales del movimiento de
los trabajadores ha sido limitada, y la mayoría pro-capitalista de los
líderes sindicales solamente han organizado alguna acción cuando han
sido empujados desde abajo. Incluso cuando se organizan acciones, los
líderes sindicales intentan limitarlas a acciones simbólicas y se
esfuerzan por evitar que se conviertan en un paso de una lucha seria.
La izquierda europea
Hay una reticencia dentro de los sindicatos y de muchos partidos de
izquierda a desafiar a la UE o al propio euro, algo que algunas veces se
justifican señalando a los nacionalistas de derechas que se oponen a la
UE. En lugar de explicar que la UE no es un paso hacia el
internacionalismo socialista, sino un club de naciones capitalistas que
funciona en base a los intereses de las grandes empresas y poderes, el
mayor grupo de partidos de izquierda europeos, el Partido de la
Izquierda Europea, habla de una “refundación” de la UE sin mencionar la
ruptura con el capitalismo y, por lo tanto, apoya la continuación del
euro.
El informe del UBS advierte sobre las posibles consecuencias de una
crisis masiva y de una ruptura de la Eurozona. No sólo habría una gran
inestabilidad, sino también el crecimiento de tensiones y conflictos
nacionales. El UBS no está solo al advertir sobre “alguna forma de
gobierno autoritario o militar, o de guerra civil”. A mediados de
septiembre el Ministro de Economía de Polonia advirtió en el Parlamento
Europeo, en un comentario “personal”, sobre el peligro de nuevas guerras
en Europa. Cuando más tarde se le pidió que explicara este comentario,
dijo que la guerra no es probable “en el marco temporal de una
legislatura de cuatro años… ni en los próximos meses. Pero quizá en un
periodo de 10 años nos situaríamos en un contexto que es casi
inimaginable en este momento.”
Aunque no se planteen inmediatamente, no pueden descartarse futuros
conflictos entre estados si la clase trabajadora no es capaz de imponer
su propia solución socialista a la crisis. Pero la UE, una institución
completamente capitalista que está efectivamente manejada por los
mayores poderes, no es un vehículo ni para un cambio socialista ni para
una planificación democrática socialista.
El Partido de la Izquierda Europea, cuyos mayores partidos son DIE LINKE
(La Izquierda) de Alemania, el Partido Comunista (PCF) de Francia e
Izquierda Unida de España, propone una serie de políticas individuales
que los socialistas apoyan, aunque frecuentemente éstas se formulen de
una manera vaga. Sin embargo, no vincula éstas con un programa global
anti-capitalista y socialista.
Este enfoque pudo verse en las tres demandas de DIE LINKE sobre lo que
debería argumentar el gobierno alemán en la reunión de ministros de
economía del G20 el 15 y 16 de octubre. Éstas eran la regulación
estricta a nivel mundial de los “casinos financieros”, una tasa sobre
las transacciones financieras, y un programa coordinado. Sin embargo,
estas propuestas no pueden ser completamente implementadas bajo el
capitalismo y, aunque DIE LINKE también mencionó una llamada por la
propiedad pública de los bancos, su enfoque era el de simplemente
demandar medidas que se puedan tomar dentro del capitalismo.
Naturalmente, los socialistas estamos a favor de demandas individuales
que puedan inmediatamente mejorar las condiciones de vida de los
trabajadores y los pobres. Pero estas campañas tienen que estar
acompañadas por una explicación de que éstas solamente pueden
proporcionar una mejora temporal y que, especialmente en tiempos de
crisis, se necesita una transformación de la sociedad. Sin esta
explicación, se dan intentos de administrar este sistema de una manera
“mejor”, “más justa”, esfuerzos que finalmente fracasarán.
La presión de los especuladores
Un factor clave en el desarrollo de los especuladores ha sido la presión
masiva desde los mercados financieros. Desde la ruptura del sistema de
divisas Bretton Woods de la II Guerra Mundial y las desregulación de las
finanzas, ha habido una gran explosión de los mercados financieros,
junto con un crecimiento similar de todas formas de especulación en
materias primas, propiedades y una extensión de apuestas especulativas
en todo lo que se movía, o que no. Las cifras son simplemente
abrumadoras, y son difíciles de comprender. En la UE las transacciones
financieras fueron, en 2010, 115 veces mayores que los 12,3 billones de
euros de PIB de la UE (Instituto Austriaco de Investigaciones
Económicas, citado por el “Financial Times”, Londres, 18 de agosto de
2011). Todos los líderes políticos se inclinan antes estos mercados,
frecuentemente sus declaraciones oficiales son dirigidas solamente a
estos mercados.
Naturalmente, la cuestión de cómo romper la presión que los mercados
especulativos tienen sobre casi todos los aspectos de la vida es un
asunto candente. No puede ser descartados que los diferentes naciones
capitalistas, o grupos de naciones, intenten aislarse o poner algún
control sobre estos mercados, en efecto cortando las alas de los
especuladores en beneficio de los intereses más amplios del conjunto del
capitalismo. Pero esto no sería una solución a largo plazo. Por ejemplo,
un intento de volver a un sistema de cambios de divisas fijos no
evitaría, a medio o largo plazo, crisis monetarias o devaluaciones
forzosas.
Está creciendo el apoyo a una tasa sobre las transacciones financieras
(la tasa “Robin Hood” o “Tobin”). Ésta es ahora la política oficial de
la Comisión Europea, considerada como un gesto político y una manera de
recaudar fondos. Pero mientras los socialistas no nos opondríamos a esta
tasa, no perturbaría el poder básico de las grandes instituciones
financieras y comerciales que manejan estos mercados.
De igual manera, abandonar el euro no resolvería los problemas de Grecia
y otros países. Los socialistas nos opusimos a la introducción del euro,
y ahora apoyamos la ruptura con el euro y con la “Troika” de la UE, el
BCE y el FMI que están literalmente dictando lo que el gobierno griego
debería hacer. La cuestión clave en Grecia es romper con el sistema
capitalista, sin esto sus niveles de vida caerán durante un tiempo,
permanezca Grecia o no dentro del euro.
Una tarea socialista
Los socialistas no estarían en contra de un abandono del euro, pero lo
vincularían firmemente con una política socialista, no de capitalismo
estatal, de nacionalización de la banca. Si un único país rompiera con
el capitalismo, sería necesario un monopolio del estado del comercio
exterior y controles de cambio como defensa contra los mercados
internacionales, hasta que movimientos similares se extiendan a otros
países. Estos pasos, como parte de una política para llevar los pilares
de la economía bajo control y propiedad pública democráticamente
gestionada, permitiría el comienzo de una planificación para usar los
recursos económicos para el beneficio de todos. Sin esta política
socialista, los resultados de dejar el euro irían en línea con el
informe del UBS, principalmente un recorte en los niveles de vida.
Mucha de la oposición popular a la UE se basa en la manera en que está
manejada, los privilegios de su élite burocrática y la manera en la que
responde a los intereses de los grandes países y compañías. Los
socialistas, sin embargo, mientras luchan contra la opresión
nacionalista y los dictados de la UE, no se oponen a la UE o a euro
desde una posición nacionalista estrecha. La unificación de toda Europa
sería un gran paso adelante. Pero esto no puede alcanzarse desde una
base capitalista. Las instituciones europeas existentes, como el Consejo
Europeo y el BCE, son claramente agencias de las clases dirigentes
capitalistas, incapaces de superar las limitaciones capitalistas.
La tarea de los socialistas es la de argumentar a favor de una
alternativa socialista internacionalista a la UE pro-capitalista: una
confederación socialista de estados. Sin esto, existe el peligro de que
la oposición tome una dirección nacionalista.
Este decisivo punto de inflexión en la UE ha abierto un nuevo periodo de
luchas más decididas, y proporcionará una oportunidad para reconstruir
el movimiento de los trabajadores y socialista, pero no como un fin en
sí mismo sino para construir las fuerzas que puedan cambiar la sociedad
fundamentalmente, terminar con el caos y la inestabilidad del
capitalismo, y realmente hacer de la pobreza y el temor una cosa del
pasado.
Confusión en la Eurozona – Un análisis socialista
18 de junio de 2005
Extracto de una declaración del CIT en 2005, cuando se dio una crisis
en la UE después de que un borrador de constitución fuera rechazado en
los referendos de Francia y Holanda.
La actual crisis es una reivindicación del análisis del Comité por una
Internacional de los Trabajadores (CIT) de que las clases capitalistas
europeas son incapaces de unificar Europa para construir unos “Estados
Unidos de Europa” capitalistas, como incluso algunos marxistas fuera
del CIT creyeron.
El “proyecto” de la UE de una mayor integración económica y política
está enraizado en la presión sobre los capitalistas europeos que
ejercen la competencia con el imperialismo estadounidense y, más
recientemente, con China. Esto los condujo a una mayor colaboración y
llevó a ilusiones sobre si esto llevaría a una Europa políticamente
unida. Esta tendencia, junto con el proceso de globalización de la
economía y el crecimiento de las empresas multinacionales y
transnacionales, ilustra cómo las fuerzas productivas han sobrepasado
las limitaciones del estado nacional e incluso en cierto grado los
continentes. Las grandes compañías miran cada vez más al mercado
global, en lugar de simplemente su base nacional o regional.
Sin embargo, al mismo tiempo, este proceso tiene sus límites y se
encuentra con las infranqueables barreras de la separación de los
estados nacionales y los intereses nacionales de los capitalistas.
Estos factores se han reforzado por las consecuencias del referéndum,
exponiendo claramente el choque de intereses. Algunos pensaban que
este proceso de integración de la UE y la unión monetaria europea
representaban el punto de despegue de una Europa capitalista unificada.
El CIT ha argumentado consistentemente que éste no era el caso.
Nuestro análisis explicó que aunque el proceso de integración de la UE
tuvo mucho recorrido, más incluso del que originalmente habíamos
anticipado, en un cierto punto tendría lugar un repliegue. Esto daría
como resultado nuevos antagonismos nacionales y conflictos entre los
diferentes estados nacionales. Este proceso de esclarecimiento
empeoraría en el caso de una seria crisis económica o recesión.
¿El final del euro?
La introducción de la unión monetaria europea y el euro fue una jugada
política y económica de los capitalistas, llevada a cabo a pesar de
cierta oposición de sus propias filas, durante la ola triunfalista que
siguió a la caída del Muro de Berlín. Inicialmente, el Bundesbank se
opuso a la introducción del euro pero se vio obligado a aceptar debido
a la presión de los políticos capitalistas que apoyaban su
introducción. El Pacto de estabilidad se introdujo como una “red de
seguridad”, que tenía la intención de evitar que los gobiernos
recurrieran a un “gasto excesivo”.
Aun así, toda la idea del euro se hizo a la medida de la situación de
continuo crecimiento de las economías europeas, sin tener realmente en
cuenta que pasaría en caso de un desaceleramiento, estancamiento o
recesión. El sentimiento expresado en los referedos y las recientes
luchas de los trabajadores también reflejan la descreencia de que el
crecimiento económico, los puestos de trabajo y los mayores niveles de
vida prometidos durante la introducción del euro se hayan
materializado.
Las clases dirigentes intentaron imponer una unión económica en la
ausencia de una unión política. Como explicamos en su momento, esto
nunca ha tenido éxito en el pasado. Sin una unión política, que se
mueva en la dirección del establecimiento de un estado nacional
unificado, una unión económica o monetaria no podría sobrevivir
indefinidamente.
Cuando el “proyecto” estaba en marcha los capitalistas ignoraron las
lecciones de la historia. Ahora, enfrentados con la crisis actual,
periódicos como el “Financial Times” pueden tardíamente dar aviso de
que estas contradicciones no se pueden reconciliar indefinidamente.
En un artículo que cuestionaba seriamente la sostenibilidad del euro,
Wolfgang Münchau señaló: “Todas las uniones monetarias en países
grandes que no culminaron con uniones políticas finalmente se vinieron
abajo. La Unión Monetaria Latina de 1861-1920 se derrumbó en parte por
la falta de disciplina fiscal de sus miembros – Italia, Francia,
Bélgica, Suiza y Grecia. Una unión monetaria establecida en 1873 entre
Suecia – que incluía entonces a Noruega – y Dinamarca fracasó cuando
cambiaron las circunstancias políticas. En cambio, la Zollverein o
Unión Aduanera de Alemania del siglo XIX que se convirtió después en
una unión monetaria, tuvo éxito precisamente gracias a la unificación
política del país en 1871” (“Financial Times”, Londres, 8 de junio de
2005).
Hay una gran diferencia entre un estado federal, como el de los
Estados Unidos, que puede distribuir fondos a los gobiernos locales de
una manera relativamente fácil en base a un acuerdo, y la UE. La
distribución de los recursos o fondos no puede hacerse de la misma
manera, en una Europa compuesta por diferentes estados nacionales,
como muestran las actuales luchas por el presupuesto de la UE.
La actual crisis de la UE ha revelado que una unión monetaria, en
lugar de llevar a una unión política, ha dado como resultado una
fractura entre los estados nacionales. En parte, esto es lo que se
esconde detrás de la actual disputa sobre el presupuesto de la UE, que
fue desencadenada por el desafío de Chirac al cheque británico. (N.T.:
Descuento en la contribución del Reino Unido al presupuesto de la
Unión Europea. Éste fue reducido en el presupuesto de 2007-13 después
de las negociaciones de 2005). Ésta es una táctica arriesgada, desde
el punto de vista de la clase dirigente francesa, porque ha permitido
a Blair plantear el asunto de la Política Agrícola Común (PAC) como
represalia. Francia actualmente recibe más del 20% de los subsidios de
la PAC, lo que es una decisión puramente política para mantener el
apoyo de los agricultores franceses a la burguesía francesa y Chirac.
Chirac está intentando usar estos asuntos para convertir el voto
subyacentemente de clase del referéndum en un conflicto nacionalista
sobre el presupuesto de la UE. Blair, vestido con el traje político de
Thatcher, también está intentando presentarse como el defensor
nacionalista del cheque británico ante la Unión Europea. El canciller
alemán Gerhard Schröder se está alineando con Chirac, mientras su
oponente en las próximas elecciones, Angela Merkel, de Unión Demócrata
Cristiana, tiende a apoyar a Blair. Mientras que un cierto compromiso
en el presupuesto es probable, el conflicto refleja las tensiones
nacionales nuevamente aumentadas y que continuarán emergiendo en los
próximos meses y años.
Mientras que un derrumbe inmediato del euro o de la UE no es la
perspectiva a corto plazo más probable, el acusado incremento de las
tensiones políticas y económicas entre los representantes de las
diferentes clases dirigentes se intensificará. El conflicto de
intereses está ahora conduciendo a los capitalistas europeos al
establecimiento de una federación de estados nacionales más holgada,
que es contraria a la tendencia dominante en el último periodo.
Sin embargo, el surgimiento de una profunda crisis económica o de una
crisis financiera mundial agudizará estos conflictos aún más y
provocará un derrumbe relativamente rápido del euro. La retirada de
Gran Bretaña del Mecanismo de tipos de cambio, o “Miércoles Negro”
muestra como las divergentes condiciones económicas nacionales pueden
conducir a la clase capitalista de un país a salir de un acuerdo
monetario o de divisas. Aunque hay algunas diferencias, y no se
repetirá exactamente de la misma manera, el euro también puede
romperse, con uno o más países retirándose de él o incluso siendo
expulsados.
Incluso antes de los referendos francés y holandés, la cuestión de la
sostenibilidad del euro estaba empezando a ser discutida entre los
estrategas capitalistas debido a la diversidad en el crecimiento y
tasas de inflación. En una reunión privada, el 25 de mayo, que incluía
al Ministro de Economía alemán, Hans Eichel, y al presidente del
Bundesbank, Axel Weber, un representante de Morgan Stanley (un banco
de inversión), Joachim Fels, expresó su preocupación acerca de la
sostenibilidad del euro. Según el “Financial Times”, incluso el grupo
de lobby extremadamente pro-europeo, el Centro de Estudios de
Políticas Europeas, publicó un informe a principios de junio que
planteaba la perspectiva del derrumbe del euro (8 de junio de 2005).
Extractos del estudio “Ruptura con el euro – las consecuencias”
El coste económico de abandonar el euro para un país “débil”
El coste para un país débil que abandone el euro es significativo. Las
consecuencias incluyen bancarrota pública y de empresas, derrumbe del
sistema bancario y del comercio internacional. Hay pocas posibilidades
de que la devaluación ofrezca alguna ayuda. Estimamos que el coste en
el que incurriría un país débil que abandone el euro sería de entre
9.500 y 11.500 euros por persona durante el primer año. El coste
probablemente después subiría a cifras entre 3.000 y 4.000 euros por
persona por año en años sucesivos. Esto equivale a un margen del
40-50% del PIB en el primer año.
El coste económico de abandonar el euro para un país “fuerte”
Si un país fuerte, como Alemania, abandonara el euro, las
consecuencias incluirían la bancarrota de empresas, recapitalización
del sistema bancario y derrumbe del comercio internacional. Si
Alemania dejara el euro, creemos que el coste estaría entre 6.000 y
8.000 euros por cada adulto y niño alemán durante el primer año, y una
horquilla de entre 3.500 y 4.500 euros por persona por año en años
sucesivos. Esto es equivalente al 20-25% del PIB en el primer año. En
comparación, el coste de rescatar Grecia, Irlanda y Portugal
completamente en el comienzo de una suspensión de pagos en estos
países costaría tan poco como un solo pago de 1.000 euros por persona.
El coste político
El coste económico es, en muchas formas, la última de las
preocupaciones que un inversor debería tener acerca de la ruptura del
euro. La fragmentación del euro incurriría también costes políticos.
La influencia del “poder suave” de Europa se detendría (ya que el
concepto de “Europa” como una política integrada dejaría de tener
significado). También merece la pena observar que casi ninguna unión
monetaria moderna forzada se ha roto sin alguna forma de gobierno
autoritario o militar, o guerra civil.
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