En esta primera semana del 2012 se produjeron dos hechos trágicos en
Barcelona que se han relacionado con el racismo y la Ley de Extranjería…
En esta primera semana del 2012 se produjeron dos hechos trágicos en
Barcelona que se han relacionado con el racismo y la Ley de Extranjería,
más en concreto a su aplicación más funesta, los CIEs, y que han
supuesto la muerte de dos personas de origen africano, el primero en un
altercado callejero y el segundo en el Centro de Internamiento.
El martes 3 moría en el Besós, un barrio obrero de la ciudad, un
ciudadano senegalés. Según algunos testigos, intentó mediar en una
discusión entre unos jóvenes africanos que jugaban al fútbol y un
español que fue a su casa a buscar un arma y, acompañado de otras
personas más, dispararon contra los jóvenes, con la desgraciada muerte
de Ibrahima Dyei. La prensa ha destacado que el ciudadano español
pertenecía a la comunidad gitana y ha hablado de enfrentamientos entre
ambas comunidades, en un barrio de fuerte implantación gitana y
extracomunitaria. Es cierto que la indignación se plasmó en una enorme
tensión el martes por la noche y que al día siguiente se realizó una
concentración de repulsa en el lugar de los hechos tampoco exenta de
desasosiego y rabia, pero rápidamente sendas asociaciones de senegaleses
y de gitanos, al igual que la Asociación de Vecinos del Besós, han
desligado el incidente a un brote racista, aun cuando la prensa haya
seguido remarcando tensiones raciales e incluso se han buscado razones
en la marginalidad que abunda en el barrio. Alguna referencia a
recientes incidentes en Londres y en el extrarradio de París han buscado
aplicar a Barcelona lo que ocurre en esas capitales.
Aun cuando este hecho es más bien consecuencia a un problema de
convivencia entre vecinos, por no decir de mera delincuencia por parte
de los agresores, con independencia de los orígenes o las pertenencias a
determinadas comunidades, no podemos olvidar que el racismo ha ido en
aumento en el Estado Español, que se está constantemente criminalizando
a colectivos enteros, ya sean negros, rumanos, árabes o incluso gitanos
españoles, y que se extienden interesadamente rumores y leyendas urbanas
sin base alguna. Además, la crisis está afectando bastante a los
colectivos de inmigrantes. El tema es objeto de mucha demagogia y no es
casualidad que sea en Cataluña donde desgraciadamente haya cuajado una
organización xenófoba como es Plataforma por Cataluña (PxC), con
concejales en algunas ciudades catalanas. Tampoco podemos olvidar que el
tema de la inmigración se utilizó de un modo no poco mezquino en las
últimas convocatorias electorales por partidos que quisieron arañar
votos con argumentos simplistas y, de paso, culpabilizar a un sector
débil, el de los trabajadores extranjeros, del paro y de los bajos
salarios. La realidad es que una gran parte de la inmigración extranjera
se ha integrado como trabajadores en el país, han sufrido la explotación
del capital del mismo modo que los españoles y sufren ahora la crisis
del mismo modo que el conjunto de la clase obrera.
Tres días después de lo ocurrido en el Besós, moría otro ciudadano
africano en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). Se trataba
de un joven de 21 años, Ibrahim Sissé, que enfermó repentinamente
durante la noche y murió por la falta de medios sanitarios en el
referido centro y la tardanza de una ambulancia. Estamos ante un hecho
que ya viene siendo criticado por numerosas asociaciones antirracistas y
de solidaridad con los inmigrantes sin papeles. Los CIEs han sido
denunciados en numerosas ocasiones por su carácter inhumano, su
hacinamiento y su falta de medios, como demuestra el que no haya
asistencia sanitaria nocturna en un centro con capacidad para 250
personas y que suele cubrirse con creces. En concreto el CIE de
Barcelona cuenta con dos salas, en realidad dos despachos, donde los
médicos y los ATS reciben las visitas de los internados sin que haya una
habitación preparada para que puedan quedarse los internos enfermos, que
deben continuar en sus habitaciones compartidas, a pesar de su estado de
salud. Una portavoz de la Asociación Catalana de Profesionales de la
Extranjería ha criticado la falta de personal médico así como de
intérpretes de forma permanente en el referido centro.
Pero no podemos olvidar que estamos ante una situación a todas luces
brutal: son internadas personas que incumplen un requisito
administrativo, esto es, se limita su libertad de movimiento y se les
encierra como máximo durante sesenta días en una cárcel, por mucho que
insistan que no lo es, porque no poseen permiso de residencia, lo cual
no es un delito, sino a lo sumo una falta administrativa, algo que a
todas luces vulnera cuanto menos los derechos humanos de estas personas.
En última instancia estamos hablando de una Ley de Extranjería que
limita derechos bajo el argumento de reglamentar la migración, que
divide a los trabajadores en función del origen, que convierte a las
personas en meros instrumentos del capital. Se trata en realidad de
dividir a la población en compartimentos estancos: los nacionales, los
ciudadanos de la Unión Europea, los extracomunitarios.
Ante esta situación, hemos de reforzar los mecanismos unitarios de lucha
contra el racismo y las plataformas de apoyo a los inmigrantes. En
Cataluña han surgido iniciativas desde hace años para profundizar en la
lucha contra el racismo. Hemos de potenciarlas y extenderlas porque
estamos ante una situación que amenaza con empeorar, no sólo por el
crecimiento de la xenofobia y el fascismo, sino también por la asunción
por parte de los gobiernos de políticas aún más restrictivas. No podemos
permitir que se divida todavía más a los trabajadores en oriundos y
extranjeros.
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