Concesiones a la oposición derechista, políticas neoliberales y ataques
en contra de los movimientos sociales convencen a los trabajadores de la
necesidad de construir una alternativa al partido del MAS de Evo Morales
Por Roberto Antezana, Alternativa Socialista Revolucionaria (ASR, CIT en
Bolivia)
En diciembre de 2005, un maremoto de apoyo popular de la mayoría
campesina indígena, trabajadora y pobre llevó a Evo Morales y el partido
Movimiento al Socialismo (MAS) al poder.
El impulso principal detrás de la elección del primer presidente
indígena de Bolivia fue la esperanza profunda entre estas masas de que
Morales – un dirigente cocalero radical conocido por sus discursos
anti-neoliberales y anti-capitalistas – realizaría cambios fundamentales
y mejoraría sus vidas.
La victoria electoral de Morales y el MAS fue un paso más en la lucha
boliviana en contra del neoliberalismo, que empezó años antes en el 2000
cuando las masas expulsaron a las empresas transnacionales en la
denominada “Guerra del Agua”. La lucha explotó en 2003 y 2005 cuando
movimientos semi-insurreccionarios, conocidos como la Guerra del Gas,
levantaron la Agenda de Octubre socialista, llamando por la expulsión de
las transnacionales petroleras y mineras, la erradicación del latifundio
y una Asamblea Constituyente revolucionaria compuesta completamente por
los movimientos sociales.
Cuando todo ya había terminado, dos presidentes neoliberales habían sido
sacados y forzados a huirse del país, y los partidos tradicionales de la
elite boliviana fueron totalmente destruidos. Sin embargo, hubo un vacio
político enorme que los movimientos sociales, debido a que no estaban
organizados en un partido político, no fueron capaces de llenar.
Morales y el gobierno del MAS llenaron el vacio y en el transcurso de
los primeros años pudieron hacer reformas que, aunque fueron
extremadamente moderados en comparación a las demandas de la Agenda de
Octubre, todavía dieron la impresión entre las masas de que un cambio
real estaba ocurriendo y una vida mejor estaba cerca.
Apoyo sin precedente de los campesinos indígenas, trabajadores y pobres para el gobierno del MAS
La nacionalización parcial de los hidrocarburos (en verdad una
renegociación de los contratos con las empresas petroleras
transnacionales), una serie de bonos y programas sociales para los
pobres y la aprobación de una nueva constitución en 2009 son los logros
más destacados dentro de lo que Morales y el gobierno del MAS han
promovido como una revolución social pacífica.
En comparación a los gobiernos neoliberales que reinaron por más de 20
años, privatizando toda la industria estatal y atacando brutalmente a
los movimientos sociales y sus dirigentes (debilitando severamente la
conciencia política y la organización de la clase trabajadora y las
masas oprimidas en el proceso), las reformas del MAS marcaron un paso
adelante importante y fueron suficientes para ganar la confianza y el
apoyo de las masas.
Esto se tradujo en siete victorias abrumadoras consecutivas en procesos
electorales y culminó en las elecciones presidenciales y para el
Congreso en diciembre de 2009 cuando Morales no sólo fue reelegido sino
que el MAS también ganó el control absoluto, sin necesidad ni siquiera
de consultar con la oposición, de las dos cámaras del Congreso.
Cuando la oposición derechista – preocupada al principio por la
dirección del proceso de cambio y el MAS – atacó al gobierno del MAS,
los movimientos sociales movilizaron sus fuerzas, se enfrentó con la
violencia brutal y aplastó a la oposición.
El MAS no dispuesto a romper con el neoliberalismo y el capitalismo, incapaz de mejorar las vidas de las masas empobrecidas
Mientras apoyaba el MAS, sin embargo, en el camino, una verdad incómoda
se puso más y más difícil para los trabajadores, campesinos indígenas y
masas empobrecidas de ignorar. A pesar de las victorias electorales y
las reformas a favor de los pobres, sus vidas no habían mejorado de
manera significativa y el gobierno del MAS no había realizado cambios
fundamentales.
Los bonos para los pobres y los aumentos salariales habían sido borrados
por completo por la inflación, especialmente de los productos de primera
necesidad. Los latifundistas mantuvieron su monopolio sobre la tierra
mientras que los campesinos indígenas seguían trabajando duro con poco o
nada de tierra. A pesar de la retórica acerca de las nacionalizaciones,
las empresas transnacionales, especialmente las empresas petroleras y
mineras, seguían gozando de ganancias enormes mediante la explotación y
pillaje total de los inmensos recursos naturales de Bolivia.
Además, en su intento de evitar los ataques constantes de la oposición
derechista, el gobierno del MAS adoptaba una actitud cada vez más
conciliadora hacia las transnacionales, los latifundistas y la clase
dominante boliviana.
En verdad, las concesiones a la derecha nunca fue algo nuevo para el
gobierno del MAS. Desde el inicio, ha negado implementar la demanda
principal de la Guerra del Gas de nacionalizar por completo los
hidrocarburos, bajo el control democrático de la empresa
hidrocarburífera estatal, YPFB, y el pueblo boliviano.
La situación es lo mismo con respecto a las minas, que no han sido
tocadas para nada, con la única excepción de una mina principal,
Huanuni, que sólo fue nacionalizada después de que los mismos mineros
ganaron una batalla sangrienta en contra del gobierno del MAS que
incluyó peleas violentas con la policía que costó la vida de 16 mineros.
La reforma agraria, que consiste en la distribución de varios cientos de
miles de hectáreas de tierra a las comunidades indígenas, siempre ha
sido más charla que acción cuando se considera que la distribución de la
tierra en Bolivia está entre las peores en todo el mundo, con 100
familias controlando 25 millones hectáreas de tierra, cinco veces más
que toda la población campesina indígena junta.
Giro brusco hacia la derecha: concesiones a la oposición, políticas neoliberales y ataques a los movimientos sociales, especialmente trabajadores
Lo que es nuevo, sin embargo, es la profundidad de las concesiones hacia
la derecha, y la naturaleza cada vez más neoliberal de la agenda
política y económica viniendo desde dentro del mismo gobierno del MAS.
Además, se está mostrando una actitud cada vez más contraria, y muchas
veces realmente hostil, hacia cualquier sector de los movimientos
sociales que protestan en contra de las concesiones hacia la derecha y
la continuación de la pobreza, desigualdad y explotación en Bolivia.
Un punto de inflexión ocurrió en octubre del 2008 cuando el gobierno del
MAS aceptó modificar su versión de la nueva constitución para que las
limitaciones de la tierra no sean retroactivas. Esto efectivamente
legalizó, en vez de erradicar, el latifundio y cerró la puerta a la
demanda principal y única esperanza de cambio real para la base
campesina indígena del MAS.
En el proceso, el gobierno del MAS pacificó las fuerzas de la oposición
más extremistas y violentas y dio a a la clase dominante boliviana la
seguridad de que se quedaría, de manera “responsable”, dentro del marco
del sistema capitalista. Esto abrió las puertas a alianzas con sectores
más moderados de la oposición derechista.
Para las elecciones presidenciales y congresistas en diciembre del 2009,
el gobierno del MAS cortejó a las grandes empresas, los bancos en
particular, con el propósito de ganar su apoyo o por lo menos su
neutralidad. Pero el punto bajo llegó cuando el MAS formó un pacto con
varios dirigentes del grupo semi-fascista, la Unión Juvenil Cruceñista,
responsable por numerosos ataques racistas en contra de gente indígena.
En septiembre del 2008, jugaron un rol fundamental como el brazo de
choque de la derecha en el intento separatista fracasado de la elite de
los departamentos del oriente de Bolivia. Las alianzas con la derecha se
profundizaron para las elecciones departamentales y municipales en abril
del 2010 cuando se postularon varios ex-miembros de partidos de derecha
como candidatos del MAS.
El intento de los miembros del MAS de minimizar la importancia de estas
acciones, como maniobras inocentes de una estrategia electoral, no tiene
peso. La política del gobierno del MAS en el último periodo muestra que
las alianzas electorales reflejan un giro verdadero hacia la derecha.
En el diciembre del 2001, el gobierno del MAS intentó imponer una
solución abiertamente neoliberal a la crisis energética en Bolivia
retirando los subsidios estatales a la gasolina, y así ligando los
precios al mercado internacional.
Haciendo esto, esperaba reducir la demanda y ahorrar dinero de la
importación de gasolina (lo cual requiere Bolivia, a pesar de sus
reservas enormes, porque todavía falta la capacidad industrial de
refinar cantidades grandes de gasolina). El gobierno del MAS esperaba
también atraer inversión de las transnacionales petroleras para la
exploración de más reservas de gas, que según las últimas
pronosticaciones estarán secas dentro de 15 años. Actualmente, la
empresa estatal, YPFB, aguanta la gran parte del trabajo arduo y caro de
exploración, solamente para luego entregar las reservas a las
transnacionales petroleras cuando llega el momento de explotarlas y
ganar plata.
El efecto inmediato de la medida, sin embargo, fue que el precio de
gasolina y diesel literalmente se dobló de la noche a la mañana,
conocida como el “Gasolinazo”. A su vez, causó la dispersión del precio
del transporte público, la alimentación y las necesidades básicas
provocando estragos en las vidas de los trabajadores y pobres.
El gobierno del MAS proclamó el decreto durante la vacaciones de la
Navidad y del Año Nuevo, claramente esperando que las distracciones por
las festividades, minimizarían las protestas. Fue una equivocación.
Protestas masivas de los trabajadores, pobres, y casi todos los demás
sectores de la sociedad forzaron al gobierno derogar el decreto después
de menos de una semana. La derecha también intentó aprovecharse de esto.
Finales del 2011, Morales y el MAS provocaron una movilización de masas
otra vez con otra propuesta netamente neoliberal. Esta vez, la propuesta
fue de construir una carretera por el medio de un territorio indígena y
parque nacional, llamado Tipnis. Aparte del hecho de que los
medioambientalistas han avisado que una carretera así dañaría
irrevocablemente a uno de los ecosistemas más diversos y valerosos del
mundo, el gobierno del MAS belicosamente violó su propia constitución
cuando ignoró el voto de los miembros de la comunidad indígena Tipnis en
contra de la carretera.
La construcción de un sistema de carreteras que conecte los
departamentos del occidente de Bolivia con los del este, que son
aislados pero ricos en recursos, es una necesidad. Actualmente, todos
los caminos tienen que pasar por Santa Cruz, que es sumamente
ineficiente y políticamente peligroso considerando la influencia de la
derecha en esa región. Pero la decisión de hacer la carretera
directamente por el Tipnis, a pesar de que existen por lo menos dos
rutas alternativas de costo similar y menos impacto medioambiental, fue
un caso de arrogancia política de parte del MAS. También, fue un caso de
servilismo al imperialismo regional brasilero y su propia base cocalera.
Primero, la carretera iba a ser financiado completamente por Brasil como
parte de un sistema de transporte intercontinental permitiendo que
Brasil transportara sus productos (materias primas principalmente) al
Pacifico en ruta a China. Pero cualquier cantidad de rutas podría servir
esta función. La insistencia de que pase por el Tipnis tiene más que ver
con los intereses de los madereros transnacionales y la base cocalera
del MAS que cualquier otra cosa. Ambos sectores han estado entrando al
Tipnis de manera ilegal por años y vieron la carretera como una
oportunidad de expandir masivamente esta “colonización” lucrativa”.
Sin embargo, una vez más el gobierno del MAS subestimó la fuerza de los
movimientos sociales, provocando un movimiento de masas, esta vez de su
base indígena principalmente. Cuando todo ya había terminado, las
comunidades indígenas del Tipnis habían marchado 800 km a La Paz,
superando la agresión de la policía, enfermedad e incluso la muerte para
forzar al gobierno del MAS a retirar sus planes para la carretera. En el
proceso, los indígenas del Tipnis ganaron el apoyo de la clase
trabajadora de Bolivia, que organizó una huelga general en solidaridad
con los marchistas y para protestar la represión del gobierno. También
ganaron el reconocimiento internacional y forzaron la renuncia de varios
ministros del MAS.
Aunque que los pactos electorales, el Gasolinazo y la carretera por el
Tipnis son los ejemplos más flagrantes del giro hacia la derecha del MAS
y el rechazo popular en contra de esto, no son los únicos. En verdad,
son parte de una tendencia general que va mucho más profundo.
El año pasado, los campesinos indígenas de los departamentos del oriente
de Bolivia, enojados con la falta de una reforma agraria real,
organizaron una marcha importante de varios cientos de kilómetros
exigiendo más tierra para las comunidades indígenas junto con un mayor
control económico sobre esta tierra.
También, los trabajadores y pobres de los departamentos empobrecidos de
Potosí y Oruro, 80% de ellos que han votado por Morales en las
elecciones del 2009, organizaron una huelga general masiva. La huelga y
sus bloqueos duraron tres semanas y exigieron que el gobierno cumpliera
con sus promesas de crear empleos y aumentar los ingresos
departamentales mediante proyectos de industrialización.
Los trabajadores sufren los ataques más sistemáticos
Todos los sectores de los movimientos sociales han sufrido ataques del
gobierno del MAS de alguna manera. Sin embargo, el sector que más ha
sufrido los ataques, y más ha luchado en contra del giro hacia la
derecha del MAS, ha sido la clase trabajadora. Por dos años
consecutivos, mientras que las empresas en Bolivia han gozado de un
crecimiento sólido y ganancias en ascenso, a pesar de la crisis global,
el aumento salarial anual del gobierno del MAS ni siquiera ha compensado
el incremento del costo de la canasta familiar. Aunque la tasa de
inflación ha sido relativamente baja, los precios de las necesidades
básicas como la alimentación y el transporte han subido 30-40% en el
último año. Muchos productos como el pan, azúcar, queso, carne y otros,
han más que doblado el precio en los últimos años. Los precios de casas
y de alquileres en las ciudades también se han disparado, subiendo 100%
en Cochabamba en los últimos tres años, por ejemplo.
Por eso, por dos años seguidos, los trabajadores se han visto obligados
a salir a las calles, impulsados a entrar en huelga para luchar por un
incremento salarial que compense el aumento en el costo de vida. Ambos
años, las huelgas han gozado de un apoyo amplio entre la clase
trabajadora, pero han sido difamados y atacados sin tregua por el
gobierno del MAS que primero ha pintado a los trabajadores como niños
caprichosos, luego como títeres del imperialismo norteamericano y
europeo (mediante el USAID y los ONGs) y por último, no dudó en
movilizar la policía e incluso su base cocalera y pobre para
confrontarse y atacar a los trabajadores físicamente.
Además, en los últimos años, el MAS ha propuesto una legislación que
ataca directamente a los intereses de la clase trabajadora. Ha propuesta
un nuevo Código Laboral que prohíbe las huelgas de los trabajadores del
sector público y que enfatiza los derechos individuales de los
trabajadores mientras que minimiza sutilmente la importancia de sus
derechos colectivos.
También, ha aprobado una nueva ley de pensiones que técnicamente pone el
sistema de pensiones bajo el control estatal. Sin embargo, esta ley deja
la gran mayoría de gente que trabaja (en el sector informal y del campo,
en particular) completamente fuera del sistema de pensiones. También
garantiza una renta de miseria para la mayoría que cumple con los 30
años de aportes para calificar. Los trabajadores están obligados a
financiar la gran parte de su jubilación, contribuyendo 13% de su
salario, mientras que los empresarios tienen una responsabilidad mínima,
contribuyendo solamente 3%. El estado está completamente exento de toda
responsabilidad, no pagando nada.
Los trabajadores además se han enfrentado con funcionarios corruptos y
pro-empresariales del MAS en el Ministerios de Trabajo. Por ejemplo, en
Cochabamba hace poco tiempo, los trabajadores fabriles realizaron una
toma simbólica del Ministerio de Trabajo, forzando la renuncia del
director departamental corrupto, quien casi sin excepción, fallaba a
favor de las empresas y en contra de los trabajadores en los conflictos
laborales.
La consciencia de los trabajadores y las masas está cambiando
La falta de cambios fundamentales creando una vida mejor para la mayoría
pobre, las alianzas con la oposición derechista, el Gasolinazo, la
carretera por el Tipnis y los numerosos ataques a los movimientos
sociales han tenido un efecto profundo sobre la consciencia política de
la clase trabajadora, los campesinos indígenas y la mayoría pobre.
El maremoto de esperanza que llevó el gobierno del MAS al poder ha
estado perdiendo su momento ya por mucho tiempo, cediendo poco a poco a
una contracorriente de frustración y descontento popular. Secciones
crecientes están retirando su apoyo para el gobierno del MAS y algunos
de estos están siendo atraídos por los partidos de derecha y del centro
debido al apoyo oportunista e hipócrita que han dado a los movimientos
sociales en el último periodo. Muchos más, todavía, han empezado el
descenso trágico hacia la desilusión, escepticismo y la apatía política.
Es una tendencia peligrosa que podría dirigirse potencialmente al
regreso de la derecha en Bolivia. Esto tendría implicaciones desastrosas
para los movimientos sociales dado que cualquier gobierno de derecha
estaría obligado a asegurar su autoridad reprimiendo con violencia
cualquier oposición que existe. La derecha boliviana tiene mucha
experiencia y se siente muy cómoda jugando este rol.
Sin embargo, hay esperanza para la lucha en Bolivia. Existe otra capa de
los movimientos sociales que ve la degeneración del MAS como un reto de
aprender de los errores y debilidades del pasado, de retomar el control
de la lucha que ellos mismos iniciaron con las Guerras del Agua y Gas y
luchar por el cambio real explicado en la ´Agenda de Octubre´.
Esta Agenda, llama por la expulsión de las corporaciones transnacionales
parasitaria, la nacionalización completa de la industria
hidrocarburífera y minera y la erradicación del latifundio como los
primeros pasos en el camino hacia una revolución socialista en Bolivia.
Los mineros bolivianos, cumpliendo con las expectativas de su reputación
histórica como la vanguardia de la clase trabajadora boliviana, están
forjando el camino. El documento político aprobado hace pocos meses en
el XXXI Congreso de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de
Bolivia (FSTMB), expresa el pensamiento de esta importante minoría en
ascenso. Algunos de los puntos destacados son:
“Declaramos los trabajadores mineros que en su momento hemos apoyado a
los gobiernos progresistas ya señalados. Los hemos apoyado no desde el
punto de vista puramente lírico, sino con una activa militancia
revolucionaria”
“El actual proceso es contradictorio: mientras el gobierno, por un lado,
proclama algunas medidas antiimperialistas y progresistas, por el otro
adopta medidas pro-empresariales y contrarias a los intereses nacionales
y populares. El proletariado apoya todo lo que es positivo para la
emancipación de nuestro pueblo y, al mismo tiempo, critica y combate
aquellas medidas contrarias a las masas, luchando por imponer nuevas
medidas anti-imperialistas que nos conduzcan a una verdadera revolución
en el camino de la emancipación nacional y el socialismo.”
“No existe ninguna razón valedera para que los trabajadores y el pueblo
se hagan ilusiones sobre el actual gobierno si efectivamente no
avanzamos en el camino de apropiarnos del proceso en la perspectiva de
instaurar nuestro propio gobierno: el gobierno obrero, campesino y las
capas medias empobrecidas.”
La idea de que el gobierno del MAS fue un paso adelante importante en
comparación a los gobiernos neoliberales reaccionarios del pasado, pero
que ya no es capaz de llevar la lucha boliviana adelante, es un
pensamiento compartido por capas amplias de los movimientos sociales,
especialmente los trabajadores. También sienten que la única forma de
encontrar el camino adelante es mediante la movilización de las masas
mismas.
Por un buen tiempo, los trabajadores fabriles han estado tomando pasos
concretos adelantes para acompañar a los mineros y dar una expresión
organizada a la necesidad de lucha independiente. La traición de la
confianza que los fabriles tuvieron en el gobierno del MAS, en vez de
provocar su retiro de la lucha, está fomentando su resurgimiento.
Los trabajadores fabriles en Cochabamba son un ejemplo perfecto de esto.
Después de la lucha por un mayor aumento salarial, y armado con una
nueva constitución que explícitamente garantiza el derecho de organizar
sindicatos, numerosas fábricas, representando cientos de obreros, han
formado sindicatos, muchos de ellos después de años de intentos
fracasados.
Estos trabajadores, jóvenes en su mayoría, no están contentos con la
perspectiva de una vida entera de salarios bajos y condiciones laborales
terribles. Están buscando el conocimiento no sólo de cómo luchar para
mejorar las condiciones de su fábrica, sino que también para entender y
luchar en contra de un sistema capitalista que siempre les deja con el
palo corto y para pelear por un sistema socialista que sirva sus
intereses.
Este tipo de entusiasmo es contagioso y se ha expandido por toda la
Federación de Trabajadores y Trabajadoras Fabriles de Cochabamba que
ahora incluye formación sindical y política, desde una perspectiva
socialista, como un aspecto de los ampliados semanales de los dirigentes
fabriles de la Federación.
¡Necesitamos un nuevo partido de trabajadores y luchar por el socialismo en Bolivia!
Las esperanzas en el gobierno del MAS se están diluyendo y el
conocimiento de que sólo las masas pueden llevar la lucha adelante está
cobrando vida. La consciencia de la necesidad de contar con un partido
de trabajadores que lucha directamente por los intereses de los
trabajadores, combata la degeneración hacia la derecha del MAS y que
sitúe la lucha boliviana firmemente en el camino hacia el socialismo,
crece con cada día que pasa.
Hace tres años, solamente una pequeña minoría de trabajadores bolivianos
hubiera estado de acuerdo con la necesidad de formar un partido de
trabajadores, todavía poniendo sus esperanzas en el gobierno del MAS.
Aunque nunca fue un partido de trabajadores por sí solo, todavía lo
consideraban un partido que luchaba por los intereses de los pobres y
oprimidos, incluyendo los trabajadores. Ahora, desde los ampliados de la
Federación, hasta las reuniones sindicales en las fábricas y en
conversaciones cotidianas con los dirigentes y las bases, la gran
mayoría está de acuerdo: ¡necesitamos un partido de trabajadores!
Los mineros expresan este sentimiento en su tesis cuando declaran: “El
problema que le plantea al proletariado boliviano es el de constituirse
en una poderosa fuerza social y actuar dentro del proceso para
conquistar y consolidar el poder para el pueblo.” Continúa haciendo un
llamado por la “Conformación del Instrumento Político de los
Trabajadores como organización política para ejecutar la propuesta
histórica y revolucionaria del pueblo boliviano.”
La formación de un partido de trabajadores sería un gran logro para los
trabajadores bolivianos y abriría nuevas posibilidades para la lucha
boliviana. Dado que la clase trabajadora actualmente no cuenta con
absolutamente nada de representación política, contar con candidatos
trabajadoras haciendo campañas para elecciones parlamentarias, con la
posibilidad real de ganar varios escaños, fortalecería la posición de
los trabajadores de forma inmediata en su lucha por mayores incrementos
salariales y mejores condiciones laborales.
Tendrían candidatos y representantes presentando y peleando abiertamente
por los intereses de los trabajadores durante los campañas y dentro del
parlamento, formando parte del debate político nacional. Además,
proveería una alternativa clara de izquierda y de la clase trabajadora
para cualquier votante que está enojado con las políticas
gubernamentales que solo favorecen a las transnacionales y los elites
empresariales y latifundistas. Todos los representantes de la clase
trabajadora también tendrían el trabajo de desenmascarar las prácticas
corruptas y podridas de los políticos capitalistas y su sistema político.
Pero mucho más importante que su participación en la política electoral
y parlamentaria, un nuevo partido de trabajadores jugaría un rol clave
para unir y movilizar a los trabajadores en la lucha por sus demandas
concretas, no sólo sobre asuntos económicos sino políticos también.
Abriría un espacio donde los trabajadores podrían participar en debates
dinámicos y formarse políticamente acerca de los temas económicos,
políticos y sociales que más impactan sobre sus propias vidas. Mientras
tanto, promovería la formación de una nueva capa de dirigentes de la
clase trabajadora y nos ayudaría a recuperar la consciencia de clase que
se ha perdido poco a poco durante los más de 20 años de neoliberalismo.
Un partido de trabajadores movilizaría a los trabajadores para ganar un
incremento salarial que supera el aumento de la canasta familiar.
Lucharía para aprobar un código laboral que asegura la sindicalización
de todos los trabajadores y que facilita, en vez de obstaculizar, el
derecho de los trabajadores de hacer huelgas para mejorar sus
condiciones y ganar mejores salarios, bonos de producción, primas
anuales, vacaciones, mejor seguro médico, sitios de trabajo más seguros,
etc. Abriría una guerra frontal en contra del desempleo, luchando por
empleos que permita que todos los trabajadores tengan una vivienda
adecuada, salud médico, una buena educación para sus hijos y una
jubilación digna.
Pero a diferencia del gobierno del MAS, un partido de trabajadores
necesitaría explicar los límites del desarrollo económico y social
dentro del sistema capitalista. Demostraría la imposibilidad de
industrializar a Bolivia y proveer las necesidades básicas a toda la
población mientras las corporaciones transnacionales sigan saqueando
sistemáticamente la gran mayoría de los recursos naturales del país.
Mostraría a los trabajadores que mientras vivimos en un sistema basado
en la explotación brutal de los que laboran, nunca van a gozar de una
porción justa de la riqueza que ellos mismos producen y siempre tendrán
que pelear con uñas y dientes sólo para que ellos y sus familias
sobrevivan.
Un partido de trabajadores también necesitaría extender la mano a los
demás sectores oprimidos de Bolivia, explicando a los campesinos
indígenas, por ejemplo, que no pueden escapar de la pobreza extrema
hasta que tengan control sobre la tierra que actualmente está
monopolizada por la elite latifundista. Abogaría por préstamos con tasas
de interés bajas para los pequeños comerciantes que venden en las calles
y por una autonomía verdadera en las universidades bajo el control
democrático estudiantil.
Así, un partido de trabajadores podría jugar el rol principal en la
formación de una unidad real entre todos los sectores oprimidos de la
sociedad boliviana bajo la bandera concreta de un Frente Socialista
Amplio, con la finalidad de tomar el poder y formar un gobierno de
trabajadores, campesinos indígenas y las masas pobres que lucha por
implementar las demandas de la Agenda de Octubre con un programa
socialista claramente definido.
Movilizaría las masas de trabajadores, campesinos indígenas y pobres
para nacionalizar de manera completa las transnacionales petroleras y
mineras y erradicar el latifundio, bajo el control democrático de los
trabajadores, campesinos y la población boliviana entera.
Esto sería el primer paso hacia la nacionalización de todas las
corporaciones transnacionales, grandes empresas y bancos privados que
actualmente dominan la economía boliviana y hacia la construcción de una
economía socialista que democráticamente planifica la producción con el
único propósito de satisfacer las necesidades básicas de toda la
población.
Por el momento, como un tren de carga que se queda parado, la falta de
un partido de trabajadores limita enormemente la influencia y potencia
de la clase trabajadora en la política y sociedad boliviana. Pero
Bolivia tiene una larga y maravillosa tradición de lucha de clase
independiente. El significado histórico del poderoso movimiento obrero
boliviano, conocido por su carácter socialista revolucionario audaz,
todavía corre por sus venas. Las experiencias y lecciones de las Guerras
del Agua y Gas todavía están frescas en las mentes incluso de los
trabajadores más jóvenes.
La falta de mejores condiciones de vida junto con la derechización y los
ataques constantes del gobierno del MAS, actúan como un gran empujón
sobre la clase trabajadora boliviana, impulsando el tren de carga a
moverse una vez más, aunque lento al inicio. Pero cuando ya empieza a
acelerarse el tren, su camino será más y más claro para los
trabajadores. Una vez que ya corre a alta velocidad, tendrá la fuerza
suficiente para llevar toda la sociedad boliviana junto con ello,
forjando un camino implacable hacia cada uno de sus destinaciones:
primer parada: un Partido de Trabajadores, siguiente parada: un Frente
Socialista Amplio, tercer parada: un Gobierno de Trabajadores,
Campesinos Indígenas y Pobres, destino final: el Socialismo.
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