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Los moralistas pequeño burgueses
y el partido proletario

León Trotsky


Escrito: El 23 de abril de 1940.


La discusión en el SWP americano ha sido transparente y democrática. Los preparativos del congreso se han hecho con toda lealtad. La minoría ha participado en el congreso, reconociendo, por lo tanto, su legalidad y autoridad. La mayoría ha ofrecido a la minoría todas las garantías necesarias de que va a poder seguir defendiendo sus propios puntos de vista tras el congreso. La minoría ha pedido permiso para dirigirse a las masas por encima de la dirección del partido. Naturalmente, la mayoría ha rechazado esta pretensión tan monstruosa. Mientras tanto, a espaldas del partido, la minoría, mediante maquinaciones en la sombra, se ha apoderado del New International, que se venía publicando gracias a los esfuerzos de todo el partido y de la IV Internacional. He de añadir que la mayoría estaba de acuerdo con dar dos puestos de los cinco del equipo editorial de su órgano teórico a la minoría. Pero, ¿cómo puede una "aristocracia" intelectual ser la minoría de un partido obrero? Situar a un profesor al nivel de un obrero es, después de todo... "¡conservadurismo burocrático!".

En un artículo polémico reciente, contra mí, Burnham explicaba que el socialismo es un "ideal moral". Esto no es tan nuevo. A principios del siglo pasado, la moralidad sirvió de base al "verdadero socialismo alemán", que Marx y Engels siempre criticaron. A principios de este siglo, los social-revolucionarios rusos contrapusieron el "ideal moral" al socialismo materialista. Aunque hay que reconocer que estos paladines de la moralidad se convirtieron en delincuentes comunes en el campo de la política. En 1917 traicionaron a los trabajadores, poniéndoles en manos de la burguesía y del imperialismo extranjero.

Una larga experiencia política me ha enseñado que, cuando un profesor o un periodista pequeñoburgueses empiezan a hablar de elevados standares morales, lo mejor es agarrar bien fuerte la cartera. También ha ocurrido esta vez. En nombre de un "ideal moral", un intelectual pequeñoburgués le ha birlado al partido el poder sobre su propio órgano teórico. Aquí tenéis un pequeño ejemplo vivo de los métodos organizativos de estos moralistas innovadores y campeones de la democracia.

¿Qué es la democracia del partido para un pequeñoburgués "educado"? Un régimen que le permita decir y escribir todo lo que se le ocurra. ¿Qué es "burocratismo" para un pequeñoburgués "educado"? Un régimen en el que la mayoría proletaria impone, por métodos democráticos, sus decisiones y la disciplina. ¡Trabajadores, grabaros esto en la mente!

La minoría pequeñoburguesa del SWP se escindió de la mayoría proletaria sobre la base de una lucha contra el marxismo revolucionario. Burnham proclamó que el materialismo dialéctico era incompatible con su apolillada "ciencia". Schatman proclamó que el marxismo revolucionario no tenía nada que ver con las "cuestiones prácticas". Abern se apresuró a unirse al bloque antimarxista. Y ahora, esos caballeros anuncian la revista que le han birlado al partido como "órgano del marxismo revolucionario". ¿Qué es esto, sino charlatanería ideológica? Los lectores pedirán a los editores que publiquen el trabajo programático que ha servido de base a la minoría, es decir, "Ciencia y estilo", de Burnham. Si los editores no quieren emular a los estafadores que dan mercancía estropeada bajo brillantes etiquetas, no les quedará más remedio que publicarlo. Y entonces podrá ver todo el mundo la clase de "marxismo revolucionario" que hay ahí. Pero no lo harán. Les da vergüenza mostrar su verdadera cara. Burnham está ocupadísimo escondiendo en su caja fuerte sus artículos demasiado comprometedores, y Schatman se dispone a servir de portavoz para las ideas de cualquiera, puesto que no las tiene propias.

Los primeros artículos "programáticos" de la revista robada revelan ya la falta de sentido y la falsedad de este grupo antimarxista que se autodenomina "Tercer Campo". ¿Qué es ese animal? Existe el campo del capitalismo y el campo del proletariado. ¿Y existe, tal vez, un tercer campo, un santuario pequeñoburgués? Naturalmente, se trata sólo de eso. Pero, como siempre, los pequeñoburgueses adornan su "campo" con las flores de papel de la retórica. Prestemos oído. Tenemos, por un lado, a Francia e Inglaterra. Por otro, a Hitler y Stalin. Y en el tercer "campo", a Burnham y Schatman. La IV Internacional está, para ellos, en el campo de Hitler (Stalin se dio cuenta de ello hace ya mucho). Por lo tanto, hace falta un nuevo "slogan": "¡Liantes y pacifistas de todo el mundo, todos los que sufren los alfilerazos del destino, corred al tercer campo!"

Pero el problema principal es que los dos campos en guerra no abarcan todo el orbe burgués. ¿Dónde metemos a los neutrales o semineutrales? ¿Y a los EE.UU.? ¿Y a Italia y Japón? ¿Y los países escandinavos, India o China? Pensad no en los trabajadores revolucionarios indios o chinos, sino en China o India como países oprimidos. El bonito esquema de los "tres campos" olvida un pequeño detalle; el mundo colonial, ¡la mayor parte de la Humanidad!

India participa en la guerra imperialista al lado de Inglaterra. ¿Quiere decir esto que nuestra actitud hacia la India -no hacia los bolcheviques indios, sino hacia el país- deba de ser la misma que hacia Inglaterra? Si no existen en el mundo, aparte de Burnham y Schatman, más que dos campos imperialistas, ¿dónde metemos a la India? Un marxista dirá que, a pesar de que la India sea parte del Imperio Británico y participe en la guerra imperialista; a pesar de la pérfida actitud de Gandhi y otros líderes nacionalistas, nuestra actitud hacia la India debe ser diferente de nuestra actitud hacia Inglaterra. Defendemos a la India contra Inglaterra. ¿Por qué no podemos mantener actitudes diferentes frente a Rusia y Alemania, a pesar de que Stalin esté aliado con Hitler? ¿Por qué no podemos defender las formas sociales más progresistas, capaces de desarrollo, contra las más reaccionarias, que sólo pueden descomponerse en el futuro? ¡No sólo podemos, sino que debemos hacerlo! Los teóricos de la revista robada reemplazan el análisis de clase por un mecanicismo muy atractivo para los pequeñoburgueses a causa de su seudo-simetría. Lo mismo que los stalinistas camuflan su servidumbre al nacional-socialismo (los nazis) con grandes insultos a las democracias imperialistas, Schatman y compañía ocultan su capitulación a la opinión pública pequeñoburguesa americana con la pomposa fraseología del "tercer campo" (¿qué es eso: un partido, un club, una Liga de las Esperanzas Perdidas, un Frente Popular?). ¡Cómo si ese "tercer campo" no tuviera la obligación de tener una política correcta respecto a la pequeña burguesía, los sindicatos, India y la URSS!

El otro día Schatman se ha autodefinido en la prensa como "trotskysta". Si eso es trotskysmo, yo no soy trotskysta. No tengo nada en común con las ideas actuales de Schatman, y ni que decir tiene con las de Burnham. Colaboré activamente en el New International, protestando por el frívolo artículo de Schatman sobre teoría y sus concesiones a Burnham, el estúpido pedante pequeñoburgués. Pero, en aquella época, el partido y la Internacional tenían a raya a Schatman y a Burnham. Después, la presión pequeñoburguesa los desató. Mi actitud ante la nueva revista no puede ser otra que la que he mantenido siempre ante todas las falsificaciones pequeñoburguesas del marxismo. Y su "moralidad" política y sus "métodos organizativos" no me inspiran sino desprecio.

Si agentes del enemigo de clase hubiesen obrado conscientemente a través de Schatman, le habrían aconsejado hacer exactamente lo que ha hecho. Se ha unido a los antimarxistas para luchar contra el marxismo. Ha ayudado a construir una fracción pequeñoburguesa en contra de los trabajadores. Se ha negado a utilizar la democracia del partido para hacer un esfuerzo honrado por convencer a la mayoría proletaria. Ha provocado una escisión en plena guerra mundial. Y lo corona todo con un sucio escándalo, que parece hecho a medida para proveer de munición a nuestros enemigos. ¡Así son esos "demócratas moralistas"!

Pero todo esto no les servirá de nada. Están en bancarrota. A pesar de las traiciones de todos los intelectuales inestables y de todos los chistes baratos de sus primos demócratas, la IV Internacional avanza segura por su camino, creando y educando a una selección de auténticos revolucionarios proletarios, capaces de entender lo que es el partido, la lealtad a su bandera y la disciplina revolucionaria.

¡Trabajadores! ¡No pongáis ninguna confianza en el "tercer campo" de los pequeñoburgueses!

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