La Eurozona se encuentra amenazada por la deuda soberana, la crisis
bancaria y un crecimiento cercano a cero.
Artículo de Lynn Walsh, publicado originalmente en “Socialism
Today”, revista de “Socialist Party” (CIT en Inglaterra y Gales).
Después de un año y medio, la crisis griega está lejos de haberse
resuelto. De hecho, mientras Grecia se encuentra al borde de una
explosión social, el impago de la deuda y la salida del euro parecen
casi inevitables. La Eurozona está amenazada por una crisis de la deuda
pública y bancaria interrelacionadas, y acompañada por un crecimiento
cercano a cero. Los líderes europeos se encuentran en la más completa
confusión y la competencia entre los diferentes intereses nacionales
obstaculiza las medidas de cooperación. LYNN WALSH analiza las últimas
fluctuaciones de la crisis de la Eurozona.
El 21 de julio los líderes de la Eurozona proclamaron en una cumbre que
habían llegado a un acuerdo para estabilizar la crisis de la deuda
griega. Y proclamaron que éste evitaría la amenaza de una suspensión de
pagos de Grecia y su salida precipitada del euro. Habría un nuevo
paquete de rescate de 109.000 millones de euro (que seguía a los 110.000
millones del año 2010), mientras que el papel del Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera o FEEF – con unos fondos propuestos de 440.000
millones) sería ampliado para permitir la intervención en apoyo de
gobiernos y bancos. Habría, además, un intercambio de bonos que
incluiría una “quita” (pérdida del valor) del 21% para los titulares de
bonos griegos.
Este paquete, sin embargo, era más una promesa de salvación futura que
una solución inmediata y práctica. La totalidad del acuerdo depende de
la aprobación de los 17 gobiernos o parlamentos de la Eurozona, y esto
es muy posible que no se produzca hasta el final de septiembre o el
principio de octubre. La quita del 20% de los bonos griegos será un
alivio mínimo de su deuda – los bonos del gobierno griego ya se venden a
menos del 50% de su valor nominal en el mercado secundario de deuda. Si
el intercambio de bonos sigue adelante (requiere el acuerdo del 90% de
los titulares de los bonos) será un buen negocio para los bancos, y una
carga para el pueblo griego. De hecho, sería necesaria una rebaja del al
menos el 50-60% para que se notara la diferencia en la montaña de deuda
que aplasta a la economía griega.
No hay sin embargo una garantía de que los 17 gobiernos apoyen un
incremento en los fondos disponibles para el FEEF o para que aumenten
sus poderes de intervención. Los líderes de la Eurozona, según se
informa, están en negociaciones tensas entre bastidores sobre cómo se
fundará el FEEF. Algunos líderes están proponiendo que éstos vengan
principalmente del Banco Central Europeo (BCE). Esto supondría, en
efecto, otra forma de ’ajuste cuantitativo’, es decir, imprimir dinero
para rescatar a los gobiernos y a los bancos a través del FEEF. A esto
se oponen rotundamente tanto el BCE como una serie de gobiernos, como
los de Alemania y Holanda, que ven esto como una receta para que se
dispare la inflación. En relación con los 109.000 millones del paquete
de rescate, Finlandia exige la constitución de garantías sobre su parte
del préstamo. Es probable que otros gobiernos, como los de Eslovaquia y
Austria, hagan demandas similares. Estos gobiernos están pidiendo que
una parte de los ingresos del gobierno o de sus bienes físicos, como
suelo o edificios, les sean asignados como garantía. Esto es una
reminiscencia de las demandas de reparación que se hicieron a Alemania
después de la I Guerra Mundial.
La discusión sobre este nuevo rescate demuestra una vez más cómo los
intereses nacionales son un obstáculo en el camino de un acuerdo común.
La Eurozona es una alianza de 17 estados nacionales, no una
confederación con un cuerpo gobernante unificado.
Además, poco después de la cumbre de julio, hubo caídas profundas en las
acciones de grandes bancos franceses, lo que reflejaba los temores a las
consecuencias de una quiebra de Grecia. Al mismo tiempo, los bancos
europeos encontraban cada vez más difícil conseguir préstamos en dólares
de los bancos estadounidenses para financiarse. El BCE, que bajo
Jean-Claude Trichet había sido extremadamente reacio a intervenir, se
vio obligado a dar el paso y ofrecer préstamos ilimitados en dólares a
los bancos de la Eurozona. El BCE también comenzó a comprar bonos
públicos italianos y españoles para prevenir una subida abrupta en el
coste de los préstamos de Italia y España.
Mientras tanto, el crecimiento en todas las grandes economías de la
Eurozona ha bajado a casi el cero por ciento, lo que indica una
renovación de la recesión que comenzó a finales de 2007. La economía
británica también cayó en el estancamiento. Este nuevo frenazo es en
parte el resultado de las medidas de austeridad que han recortado la
demanda y reforzado la espiral de demanda débil, caída de las
inversiones y aumento del desempleo. A su vez, esto reduce la
recaudación de los gobiernos y conduce a mayores déficits.
Aumenta la presión sobre Grecia
En la cumbre de la Eurozona del 17 de septiembre, la troika – el Consejo
Europeo, el FMI y el BCE – que controlan las medidas de austeridad
impuestas a Grecia, pospusieron el traspaso de los últimos 8.000
millones de euros del rescate de 2010 con el argumento de que Grecia no
ha llevado a cabo los suficientes recortes en empleo y gasto público,
etc. Georgios Papandreu, el Primer Ministro griego, obedientemente
volvió disparado a Atenas para llevar a cabo las órdenes de la troika.
El paquete adicional de medidas de austeridad incluye un impuesto sobre
la vivienda, junto con más pérdidas de puestos de trabajo en el sector
público – adicionales al plan de despedir alrededor de 150.000 empleados
públicos (20% del total) antes de 2014 – y recortes de salarios
draconianos. Si se implementan, la acumulación de estas medidas
significará una catástrofe económica y social. La troika, como dijo un
ministro griego, ha puesto un cuchillo en la garganta del gobierno
griego, en parte para forzar recortes más profundos y rápidos, y en
parte como un aviso a otros gobiernos como el de Portugal e Irlanda para
que mantengan sus medidas de austeridad. Sin embargo, éste es un juego
muy peligroso y podría detonar una explosión política en Grecia,
conduciendo al país a la suspensión de pagos y la salida del euro.
Económicamente, es imposible que estas medidas proporcionen una salida
de este permanente desplome. De hecho, lo único que harán las nuevas
medidas de austeridad es que empujarán la economía griega a una caída
aún mayor, disparando la deuda pendiente y haciendo aún más difícil que
Grecia pueda pagar. Después de que cayera un 4,5% el año pasado, el PIB
caerá este año al menos un 5% (en el segundo cuatrimestre, era un 7,3%
más bajo que el año anterior). El desempleo oficialmente está en el 16%,
pero realmente la tasa nacional está por encima del 20% (con más de
900.000 personas en paro). La zona norte de Macedonia occidental, donde
se calcula que han cerrado el 20% de los pequeños negocios durante la
recesión, tiene una cifra oficial de desempleo del 22%. La sanidad, la
educación y otros servicios públicos se están desmoronando. Existe un
proceso de desintegración social.
Ángela Merkel y otros gobernantes de la Eurozona han negado repetidas
veces que estén intentando provocar el impago de la deuda griega y la
salida de Grecia de Eurozona. Otros líderes, sin embargo, parecen
contradecir esta línea. Por ejemplo, Wolfgang Schäuble, el Ministro de
Finanzas alemán, han amenazado con detener los pagos a Grecia si no
cumple las condiciones de la troika (con independencia de que Grecia
necesite urgentemente dinero para pagar sus facturas y refinanciar su
deuda en octubre). “Entonces veremos cómo consigue Grecia el acceso a
los mercados financieros sin la ayuda de la Eurozona” dijo Schäuble.
“Ése es el problema de Grecia.”.
El Primer Ministro holandés, Mark Rutte, fue incluso más lejos: “Los
países que no estén preparados para colocarse bajo supervisión, pueden
elegir la posibilidad de dejar la Eurozona” (“International Herald
Tribune, 9 de septiembre).
Puede ser que algunos de los líderes de la Eurozona vayan de farol, y
que sus declaraciones tengan la intención de exagerar las medidas de
austeridad implementadas en Grecia. Sin embargo, están jugando un juego
muy peligroso. Christine Lagarde, directora del FMI, ha alertado sobre
el auge de tensiones sociales como resultado de las medidas de
austeridad. Las huelgas masivas, las manifestaciones y otras protestas
no se han mitigado en Grecia – y en un cierto punto, dará como resultado
una explosión social.
Impago de la deuda y salida de la Eurozona
Al exigir medidas de austeridad aún más duras, los líderes de la
Eurozona están ignorando la realidad de que las deudas de Grecia son
absolutamente insostenibles. Mientras los líderes políticos declaran
repetidamente su determinación para defender la Eurozona e impedir una
ruptura, los estrategas más cercanos a los bancos de inversión y otras
instituciones financieras dejan bastante claro que más tarde o más
temprano habrá una suspensión de pagos griega. Y esto significaría la
salida de Grecia de la Eurozona.
Por ejemplo, Nouriel Roubini, que tiene una visión bastante más realista
que la del resto de los comentaristas, argumenta que Grecia nunca
resolverá su problema de la deuda dentro de la camisa de fuerza del
euro. Para estimular el crecimiento económico, condición necesaria para
reducir la deuda, Grecia debería ser capaz de devaluar su moneda para
impulsar sus exportaciones. Claramente, esto significaría abandonar el
euro y volver al dracma. Sin ninguna duda, el dracma tendría una caída
profunda en su valor frente al euro. Esto incrementaría enormemente la
deuda extranjera, en dracmas, del gobierno griego, los bancos y
empresas. En realidad, al igual que Argentina en 2001, Grecia tendría
que amortizar una parte significativa de estas deudas mediante la
revaluación de la deuda en dracmas. Grecia se convertiría en un paria en
los mercados financieros, e incapaz, durante un tiempo, de pedir
préstamos a los bancos europeos e internacionales. Como en Argentina
(comenta Roubini), esta situación llevaría a un “corralito” (denegar o
limitar el acceso de los ahorradores a sus cuentas) y controles de
capital, para prevenir una fuga de capitales fuera del país.
Roubini argumenta que un impago de la deuda y salida del euro ordenada,
aunque inevitablemente impondría unas penalidades extremas a la clase
trabajadora griega durante un tiempo, sería preferible a “la implosión
lenta y desordenada de la economía y la sociedad griega”. Roubini
defiende que debería haber una acción coordinada internacional para
recapitalizar los bancos y otras instituciones financieras que sufran
pérdidas en sus préstamos griegos. Además, los bancos internacionales
deberían dar el paso de recapitalizar los bancos griegos, que también
sufrirían pérdidas masivas por sus bonos griegos.
En teoría, un enfoque en esta línea, basado en una intervención
internacional coordinada para mitigar el problema de la insostenible
deuda griega, sería preferible a ir a ciegas hacia un colapso explosivo
de la economía griega y a todas las repercusiones incontrolables que
traería a Europa y otros países. Sin embargo, los mercados capitalistas
no funcionan de una forma “ordenada”, y los acontecimientos recientes
demuestran una completa falta de políticas coordinadas entre los líderes
de los países capitalistas avanzados.
El impago de la deuda y la salida de la Eurozona en sí mismo no
proporcionarían una solución a la clase trabajadora griega. Como en
Argentina entre 1999 y 2002, la clase dirigente griega intentaría echar
todo el peso de la crisis en los hombros de los trabajadores. Después de
un tiempo, la vuelta al dracma y la devaluación incrementarían las
exportaciones y, posiblemente, llevaría a una vuelta al crecimiento
económico. Pero a corto plazo esto sentaría las bases para salarios
bajos, desabastecimiento de alimentos, combustibles y otros productos
esenciales, y una degradación de los servicios públicos.
Para proteger los intereses de la clase trabajadora sería necesario
nacionalizar los bancos y cancelar la deuda que pretenden cobrar las
grandes compañías extranjeras e instituciones financieras, y al mismo
tiempo proteger los ahorros de los trabadores. Sería también necesario
tomar en manos públicas los pilares de la economía (con compensaciones
mínimas basadas en necesidades probadas) para garantizar el
abastecimiento de los bienes y servicios esenciales. La prioridad debe
darse a la reconstrucción de servicios públicos como la salud,
educación, etc. El control de la economía debe darse a través de
organismos de representantes democráticamente elegidos de los
sindicatos, organizaciones locales y la sociedad en general. Basándonos
en el capitalismo, no hay una salida fácil.
La crisis bancaria en la Eurozona
La crisis de la deuda pública en la Eurozona está interrelacionada con
una crisis bancaria a nivel europeo. En 2008, los gobiernos de la
Eurozona intervinieron para rescatar un número de bancos inestables.
Pero no llevaron a cabo el mismo tipo de recapitalización a gran escala
que tuvo lugar en EEUU bajo el Troubled Asset Relief Program (N.T. -
programa de compra o garantía de activos problemáticos por valor de
700.000 millones de dólares). Sólo 8 bancos de 91 suspendieron en los
recientes “tests de stress”, un test teórico para determinar si los
bancos podrían soportar una crisis financiera. Los grandes inversores y
especuladores no están convencidos, sin embargo, de que todos los bancos
estén en buen estado. De hecho, hubo recientemente una filtración de un
informe del FMI que decía que los bancos de la Eurozona necesitarían
273.200 millones de euros de capital adicional. Lagarde comentó que la
crisis de la Eurozona está entrando en “una nueva fase peligrosa”, y
pidió que parte de los fondos del FEEF se usaran para recapitalizar los
bancos. Esto provocó una fuerte oposición, en parte de los líderes
políticos que criticaban que los fondos del FEEF se usaran para sostener
los bancos, y en parte de los propios bancos que negaron tener
dificultades.
No obstante, hay indicaciones claras de que se está gestando en la
Eurozona una nueva crisis en el sector bancario. Para empezar, los
bancos están negándose a prestarse dinero mutuamente, y prefieren
aparcar su efectivo en el BCE, incluso si esto les da una menor tasa de
interés. Un acontecimiento reciente más alarmante es el hecho de que
Siemens, el gigante alemán en ingeniería, ha depositado casi la mitad de
sus reservas de dinero (6.000 millones) en el BCE, en lugar de hacerlo
en bancos comerciales. Los bancos de la Eurozona también han tenido
dificultades para asegurarse préstamos en dólares de los bancos
estadounidenses, unos fondos vitales para llevar a cabo sus negocios con
EEUU y globalmente. El BCE se vio obligado a entrar en escena y ofrecer
a los bancos de la Eurozona fondos ilimitados en dólares en base a
préstamos de 3 meses (aunque esto les cuesta a los bancos más que los
préstamos de los mercados comerciales de dinero, que han empezado a
secarse).
A mitad de agosto el foco de atención se volvió a los bancos franceses.
Circuló el rumor de que Société Générale tenía problemas, y hubo una
gran caída en el precio de sus acciones (del 50-60% entre junio y
septiembre). Las acciones de Société Générale costaban 52,7 € en
febrero, mientras que a principios de septiembre habían caído a 21,19 €.
Société Générale posee 2.000 millones de euros en bonos griegos,
mientras que BNP Paribas tiene 4.000 millones y Crédit Agricole 800
millones. Los grandes inversores y especuladores temen que si el
gobierno griego no consigue pagar su deuda esto precipitaría una crisis
profunda para estos 3 grandes bancos franceses, que juegan un papel
fundamental en la economía francesa. Los ministros del gobierno francés
afirman que los temores acerca de estos bancos son “irracionales”.
Cualquier problema de liquidez a corto plazo (por ejemplo, una escasez
de fondos para cubrir actividad corriente) sería cubierto con la
intervención del BCE. Niegan que haya un problema esencial de solvencia,
y aseguran que estos bancos tienen suficiente reservas de capital para
sobrevivir un impago de Grecia y otras sacudidas. Además, han rechazado
vigorosamente la idea de que se estén discutiendo planes para
nacionalizar estos bancos. Esto recuerda la posición de Gordon Brown y
Alistair Darling cuando se produjo la crisis del banco Northen Rock en
2007/8.
Lagarde, sin embargo, ha destapado el pastel. Cuando era la Ministra de
Economía francesa, declaró que no había problemas con los bancos
franceses. Desde que es directora del FMI, sin embargo, ha demandado la
recapitalización de los mayores bancos franceses y de otros bancos en
dificultades usando los fondos del FEEF. Ha habido una reacción furiosa
contra esto. Por una parte, un rescate de este tipo confirmaría que
estos bancos tienen un problema de solvencia, y podría en realidad
exacerbar la situación. Por otra parte, los actuales accionistas están
en armas porque un rescate del gobierno (que incluiría una compra de
acciones por parte del gobierno) tendría el efecto de diluir el valor de
sus acciones.
Confusión de los líderes de la Eurozona
Bajo el impacto de la crisis económica ha habido un recrudecimiento de
las tensiones nacionales dentro de la Eurozona. Ha habido también
divisiones entre los miembros del gobierno alemán, el poder clave de la
Eurozona. Merkel se ha enfrentado a una creciente oposición de la Unión
Social Cristiana y el Partido Libre Democrático, los partidos en
coalición con los socialdemócratas. Estos líderes han estado jugando con
ideas euroescépticas, reflejando la creciente oposición en Alemania al
rescate de Grecia y de los llamados estados periféricos.
La falta de acciones decisivas en las cumbres de la Eurozona muestra que
los líderes de la Eurozona están en la más completa confusión. En cada
cumbre proclaman que todo marcha bien, que no se permitirá que Grecia
caiga en la bancarrota y que sea empujada fuera de la Eurozona. Los
grandes inversores en los mercados financieros, sin embargo, no toman
estas declaraciones en serio. La mayoría de los estrategas que hablan en
nombre de bancos de inversión, etc. ahora creen que la suspensión de
pagos griega es inevitable y tendrá como resultado una salida de la
Eurozona.
La cabeza del BCE también está dividida. Mientras compraban bonos de los
gobiernos griego, portugués e irlandés para mantener las tasas de
interés bajas para sus respectivos gobiernos, Trichet y otros líderes
del BCE han repetido que estaban en contra de intervenciones de gran
escala para apoyar a los gobiernos de la Eurozona. Sin embargo, la
especulación en contra de los bonos de los gobiernos italiano y español,
que estaba disparando los intereses de sus deudas a principios de
septiembre, forzó al BCE a intervenir para realizar una compra a gran
escala de estos bonos. Esto provocó la dimisión del representante
alemán, Jürgen Stark. Hay ahora una intensa batalla entre los líderes
del BCE. Algunos creen que se necesita una intervención incluso mayor y
argumentan que un apoyo ilimitado a los bonos de los gobiernos
amenazados alejaría una crisis de deuda pública. Sin embargo, otros
líderes del BCE están aun intransigentemente opuestos a este tipo de
intervención. Piensan que el rol del BCE debería estar estrictamente
limitado a la política monetaria, es decir, a fijar los tipos de interés
y regular el abastecimiento de dinero.
Hay también una creciente diferencia entre los líderes capitalistas
sobre la política económica. La política dominante, respaldada por
Merkel y otros líderes de la Eurozona, es que la “consolidación fiscal”
es imperativa para reducir los déficits. Esto significa severas
políticas de austeridad. Sin embargo, esto ha producido una nueva caída
de la economía europea y, como advirtió Timothy Geithner, Secretario del
Tesoro estadounidense, ahora amenaza a toda la economía global. La caída
del gasto gubernamental y los recortes masivos en empleos del sector
público ha puesto en marcha una espiral peligrosa: bajada de la demanda,
débil inversión, creciente desempleo, y una menor recaudación a través
de los impuestos puedan dar como resultado déficits aún mayores.
El “test de estrés” definitivo
Lagarde hizo recientemente una advertencia. Mientras defendía la
continuidad de la austeridad para países como Grecia, ella exigía – sin
citar nombres – a las mayores economías europeas que adoptaran medidas
de estímulo a corto plazo, manteniendo el objetivo de la consolidación
fiscal a largo plazo. Declaró: “Un círculo vicioso [de crecimiento débil
y débiles estados financieros de los gobiernos] está ganando impulso en
Europa y EEUU”. “La disfunción política” estaba alimentando la
indecisión en las políticas en “una nueva fase peligrosa de la crisis”.
“Las tensiones sociales”, advirtió, “son evidentes en muchas partes del
mundo, no solamente en los países que están siguiendo ajustes [fiscales]
severos” (FMI, 15 de septiembre).
Desde entonces, el FMI ha publicado su último pronóstico económico. Este
prevé un crecimiento global del 4% en 2011, pero avisa de que sin una
acción concertada para remodelar las políticas económicas, hay una
fuerte posibilidad de que este crecimiento caiga por debajo del 2%. En
los Estados Unidos y Europa, este crecimiento estará seguramente por
debajo del 2% y es muy probable de que esté prácticamente estancado,
mientras que habrá crecimiento cero en Japón. Pero, como comenta el Wall
Street Journal (21 de septiembre): “Es improbable que el FMI o el G20
consigan producir un plan cooperativo de acción este fin de semana, dada
la profunda discordancia política dentro de los EEUU y Europa”.
Sin embargo, puede que sea demasiado tarde para que las grandes
economías capitalistas eviten un largo periodo de estancamiento o una
nueva recesión. La presión brutal sobre Grecia para que intensifique las
medidas de austeridad puede detonar una explosión en ese país, que a su
vez podría detonar una desintegración de la Eurozona. Esto debilitaría
la credibilidad de toda la Eurozona. En todo caso, la única manera de
que el capitalismo griego escape de su crisis sería mediante la vuelta
al dracma y la devaluación. Y si Grecia toma este camino, ¿por qué otros
países deberían adherirse a las penosas medidas de austeridad de la
Eurozona?
En base al relativamente fuerte crecimiento de la economía mundial desde
2000, la Eurozona parecía ser un éxito. Pero su crecimiento estaba
basado en enormes volúmenes de deuda, que están ahora en el corazón de
la crisis actual. Desde la crisis financiera y la recesión económica de
2007-9, la Eurozona está siendo sujeta a un severo “test de estrés” –
del que no emergerá intacta. En un cierto momento se romperá; pero
cuánto durará el proceso y a través de qué permutaciones se moverá la
situación no puede predecirse. La Eurozona ha entrado en su fase final
del juego, solamente los siguientes movimientos y cuando se producirán
son inciertos.
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